miércoles, 6 de noviembre de 2013

EL ARQUITECTO, LA ARQUITECTURA Y LA SOCIEDAD


Desde el principio de los tiempos, el hombre busca refugio, es su necesidad  prioritaria. Esta necesidad ha ido cambiando a lo largo de la historia, adaptándose a las   épocas, a los lugares, a su clima y a otras circunstancias.

Lo que me interesa destacar es que la mencionada necesidad sigue estando vigente en el siglo XXI, y si bien es cierto, que habiendo cambiado el concepto de morada,   sigue siendo una de las necesidades básicas del hombre.


Las casas, las viviendas y sus “agrupaciones y disposiciones” también han ido evolucionando a lo largo del tiempo, desde las cuevas, pasando por las tiendas de los nómadas, las posteriores aldeas y pequeñas poblaciones. De manera que aparecen, al “agruparse”, nuevas necesidades que dichas “agrupaciones” generan en función de sus dimensiones y localizaciones.

El urbanismo aparece como respuesta a estas necesidades que las pequeñas, en   principio, ciudades, requieren para hacerlas habitables por el hombre. Para ordenarlas, planificarlas y hacerlas habitables.

La arquitectura y el urbanismo han evolucionado con la sociedad y es reflejo de estas Sociedades que en gran parte están “asentadas” en los productos que estas dos ramas de la actividad intelectual han generado a través del tiempo.

Pues bien, a pesar del momento que vivimos, (o precisamente por eso), quiero reivindicar la figura del arquitecto, ese agente social cuyo prestigio ha sufrido distintos avatares a lo largo de la historia, aunque en mi opinión en este momento está en uno de sus peores momentos, sino el peor. También es cierto que los periodos de crisis son propicios para la creatividad, los cambios y la evolución.

La valoración, el reconocimiento y el prestigio de este oficio, y del de las personas que lo ejercemos están, creo, en uno de sus peores momentos.

 Es seguro que gran parte de esta situación se deba a la poca capacidad de influencia del oficio en la sociedad y sus agentes, provocando muy poco reconocimiento por parte de éstos y por del público en general.

También es seguro que, como en todos los colectivos, no todas las realizaciones de los arquitectos hayan sido ejemplares, pero si es cierto que el nivel medio de los profesionales formados en nuestras Escuelas es más que aceptable.

La sociedad no reconoce a quienes son los responsables de diseñar, crear y hacer posible una de las necesidades básicas de la misma.

No vamos a comparar, hagan la prueba, el conocimiento que tiene la gente de la calle en general de arquitectos, sean contemporáneos o antiguos, incluso de obras importantes de arquitectura y no digamos de urbanismo. Son mucho más reconocidos otros oficios como pintores, músicos, actores, etc.

La arquitectura es una actividad que reúne una parte importante de arte y otra no menos importante de ciencia, sin dejar de lado la parte “de responsabilidad social” que conlleva su práctica, bien sea en el ámbito del urbanismo o bien en el de la edificación o el diseño de cualquier tipo. El arquitecto adquiere una responsabilidad por el hecho de influir, generar y crear la ciudad o el “sitito” donde la sociedad se desenvuelve.

La responsabilidad social, que su actividad conlleva, es lo que más destacaría en estos momentos de crisis, general, del oficio y del sector productivo en particular.

Una de las diferencias claves entre los oficios de arquitecto y los de escultor, pintor y otros, es la economía, la escala económica de sus producciones, pero también la repercusión directa sobre la vida de las personas, la privada (vivienda) y la pública (ciudad).

La influencia en la sociedad del oficio de arquitecto es innegable, de manera que a través de su producción, aquel influye y conforma, en su medida, la sociedad de su tiempo.

Es difícil encontrar otros oficios con tantas facetas distintas y de tanta relevancia social, como la arquitectura. No creo que sea fácil ejercer como arquitecto sin una vocación clara, una estima al oficio que se desarrolla y la asunción de una responsabilidad social por lo realizado.

Procuremos, pues, los arquitectos, exigirnos más, en pro de aportar nuestro oficio a la sociedad y contribuir de manera notable a su mejora y evolución, siempre desde una posición de sensibilidad para con las inquietudes que la sociedad va teniendo, para satisfacerlas.

Dicho lo cual, procuremos también que la sociedad nos corresponda con su reconocimiento, fruto de la exigencia y de la capacidad de responder a las necesidades que nos plantean.

De esa manera conseguiremos un buen equilibrio entre arquitecto, arquitectura y sociedad.

Valencia a 5 de noviembre de 2013                                                                                                              José Luis Guillén Aparicio
      Arquitecto

1 comentario:

  1. Una imagen de la figura del arquitecto muy socializada y humana. Gracias
    Saludos

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